sábado, 14 de abril de 2012

HISTORIAS BLANCAS



Base Melchior, Antártida Argentina

El Turco estaba en Melchior desde 1957, lo recuerda bien porque el 14 de febrero había sido un día difícil para él, después de almorzar sintió una molestia en la parte derecha del vientre.
Llamó al médico, que era el Dr. Koch, y le dijo: - Doctor, Hoy es un día de mucho tránsito en esta parte... Después de revisarlo, el médico indicó: - No te muevas, es apendicitis, voy a operarte. - Primero voy a darme un baño, doctor, hoy estuve haciendo la guardia de agua y estoy sucio. -respondió Abraham, cuyo sentido práctico nunca lo abandonaba.

Se advierte que en ese entonces la Base Melchior no tenía construido el acueducto y era necesario acarrear nieve para derretirla en la cocina, tarea que los antárticos conocen como la guardia de agua. A las ocho de la noche se realizó la operación con éxito y luego el doctor le mostró el trozo de tripa que le había quitado. También el médico aconsejó a los cocineros que se le hiciera comida liviana hasta su recuperación “¡y me terminé comiendo todos los pollos del Destacamento, Los demás me puteaban!” -recuerda Abraham.

Por entonces, en la Armada, la llamada “apendicectomía profiláctica”, es decir la extirpación del apéndice vermiforme sano era optativa para los aspirantes a viajar a la Antártida, aunque sus médicos la recomendaban como prevención. Sin embargo, ya era obligatoria en el Ejército, y comenzaría a serlo también en la Marina justamente a raíz de los hechos que presenció el Turco Abraham al año siguiente, ya que decidió quedarse otra invernada en Melchior sin retornar a sus queridas calles de Buenos Aires. Eso sí, aprovechó para elegirse uno de los mejores camarotes.

En noviembre del ’57 llegó el nuevo Comandante, el Teniente de Infantería de Marina Luis Oscar Ventimiglia, de 27 años, casado, al frente de una Dotación inicial de once hombres. Posteriormente llegaría el Dr. Manuel Sánchez Sánchez, médico civil contratado por el Departamento de Sanidad de la Marina, también de 27 años, que arribó en el Buque ARA Bahía Aguirre el 11 de febrero de 1958. Esto fue documentado por dos periodistas uruguayos, el cronista Hugo Rocha y el fotógrafo Alfredo Caruso, que compartieron la travesía con el médico. Según Rocha, los facultativos que iban a las bases eran optimistas sobre la actividad que les aguardaba: “Esperan encontrar pocos problemas profesionales: sus eventuales pacientes son hombres jóvenes y sanos que han recibido su certificado de salud antes salir de Buenos Aires. Debido al aire seco y frío, que constituye en efecto un medio estéril, no hay bacterias y por lo tanto no es posible contraer enfermedades infecciosas; anticipan, eso sí, traumas y fracturas; tal vez algún caso de apendicitis”. Entrevistado el Dr. Sánchez Sánchez relativizó el tema añadiendo que él mismo iba sin operarse.

El joven médico no imaginaba el interminable año de horrores que tendría por delante. Hugo Rocha hizo una pintoresca descripción sobre aquella base Melchior de 1958: “Melchior es el primer Destacamento Naval Argentino en la Antártida. Fue establecido en 1947 y está dedicado exclusivamente a observaciones meteorológicas, que se transmiten diariamente al centro de la isla Decepción. La casa de Melchior es la más elegante que hemos visto hasta ahora en la Antártida. El salón de descanso tiene piso de linóleo encerado y está adornado con plantas de tomate, cultivadas en macetas con tierra traída desde Buenos Aires, la casa tiene los ya conocidos camarotes con cuchetas superpuestas, cámara frigorífica, taller mecánico, cocina, enfermería, biblioteca y demás comodidades. Hay también dos perros que deben llevar la vida más descansada del continente. No se los usa para tirar de ningún trineo -por falta de espacio- son solamente mascotas. Aquí empezamos a conocer algunos de los secretos de la vida en la Antártida.

 Hasta ahora, nos ha llamado la atención la normalidad de la vida que llevan los hombres en todas las bases, dentro de las circunstancias excepcionales de aislamiento y lejanía en que se encuentran. ¿Cómo se las arreglan los ocupantes de este destacamento, donde ni siquiera hay lugar para caminar fuera de la casa? Nos enteramos de que, a pesar de la falta de espacio, la vida aquí es bastante entretenida. En invierno, se hiela el mar y los muchachos conviertan a la pequeña caleta en cancha de fútbol. También hacen esquí sobre la falda del cerro que cierra el paso a los trineos. La pesca en la caleta es buena, aunque hay sólo una clase de pez, llamado nototenia, que vive en aguas profundas. Es muy voraz y cae fácilmente con un cebo que consiste en un simple trapo rojo. Es también muy sabroso. -Siempre hay algo que hacer – dice Ventimiglia– Y si no hay, se inventa. El ocio es un enemigo peligroso en Antártida.”

 Esas breves declaraciones del Teniente Ventimiglia al periodista uruguayo, de alguna manera anticipaban su propio drama personal. LA AUTOPROFECIA DEL COMANDANTE.
 Recuerda Abraham que en las charlas de sobremesa, el nuevo Comandante contó que meses antes había ido a Mendoza, junto a un grupo de camaradas, para entrenarse en prácticas de escalamiento y esquí. Durante esos ejercicios, uno de sus compañeros había tenido un ataque de apendicitis y debió ser operado de urgencia. A partir de entonces, el miedo se convirtió en obsesión para el joven Teniente Ventimiglia. “Al comandante se le metió en la cabeza la preocupación sobre qué le pasaría si se le produjera una apendicitis en la Antártida. Y empezó a tocarse esa zona, y se lo veía metiéndose los dedos en la parte derecha del vientre” -añade Abraham. Pasó el tiempo.
Bahía Aguirre en Decepción
Faltaba poco para que el Bahía Aguirre hiciera la última pasada de marzo para despedirse definitivamente hasta la temporada siguiente. Hugo Abraham estaba haciendo su habitual guardia nocturna de radio cuando vio entrar al Comandante con un papel en la mano. El Turco lo leyó. Era un despacho dirigido al buque pidiendo una junta médica. Luego miró intrigado a su comandante, pero el Tte. Ventimiglia le dijo: - Esperá, no lo mandés ahora, yo te aviso cuándo mandarlo. Llegó la hora de entregar la guardia y el comandante no había regresado. El Turco hizo lo que debía, anotó formalmente el despacho en el libro de guardia y le dijo a su relevo: “Mirá, guardá esto, pero no lo trasmitas porque el comandante dijo que él iba a ordenar en que momento se lo transmitía”.

Se levantó de la silla aliviado, creyendo que ahí terminaba su responsabilidad; pero en la noche siguiente, cuando retomó la guardia, todavía estaba ese despacho sobre la mesa. Había que tomar una decisión, el barco estaba próximo a venir... El Comandante tenía costumbre de ir a la sala de radio a eso de las 9. Cuando lo hizo, el Turco no dejó pasar la oportunidad, levantó el despacho y le dijo: - “Señor, ¿y con esto qué pasa?” El Tte. Ventimiglia tomó el despacho, volvió a leerlo para sí, pensó un momento, luego rompió el papel en pedazos y lo tiró al tarro de la basura. El Turco entendió que no cabía preguntar nada más. Vino el buque, bajó la comitiva y saludó alegremente con el habitual “hasta el año que viene”. Siempre era angustiante en la Antártida ese día, el día en que se iba el último buque, se sabía que después llegaban los duros meses de aislamiento total por mar y por aire, lo que generaba un sentimiento de desamparo, no había vuelta atrás. A todo esto, era habitual verlo al Comandante tocándose y hurgándose con los dedos la zona derecha del vientre. En medio del almuerzo del 18 de mayo, el Teniente Ventimiglia se levantó de la mesa con gesto de dolor y se encaminó al camarote. Tras él fue el médico, quien volvió después de revisarlo y dijo “bueno muchachos, lo vamos a tener que operar...” Sánchez Sánchez designó un equipo de colaboradores y les explicó más o menos lo que debería hacer cada uno, dispuso que Hugo Abraham fuera su ayudante, seguramente por su experiencia previa, en tanto el otro radio, de apellido Oviedo, sería el anestesista, encargado de administrar el pentotal, la intervención se haría con anestesia total.

Como la enfermería era pequeña se preparó la cámara como quirófano y a falta de camilla se utilizó una mesa. Abraham lo recuerda así: “Empezó la operación, serían más o menos las 5 de la tarde, todo iba lo más bien, el médico abrió, me mostró el apéndice, que era pequeño como la punta del dedo meñique, apenas como la falange más chiquita, llegó, ató, cortó la tripita y el doctor empezó a meter todo adentro para coser. En eso Oviedo le dijo “¡no tiene pupilas, no tiene pupilas!”, el doctor le miró los ojos y empezó a moverlo un poco para que reaccionara. Al ver que no respondía intentó con masajes de resucitación en el pecho, hizo traer el tubo de oxígeno que estaba en la enfermería, le pusimos la máscara con oxígeno, estuvimos como dos horas haciéndole resucitación, pero no volvió, se quedó ahí. Y el apéndice era, como digo, muy pequeño, pero en cambio toda esa zona estaba amoratada, inflamada, de tanto tocarse”. La escena era estremecedora, los hombres se miraron, estaban solos en medio de la nieve y el Comandante había fallecido.

Nació el 23 de febrero de 1927 y a sus 83 años conserva una vitalidad sorprendente, realiza caminatas que superan los veinte kilómetros, se alimenta exclusivamente de carne de vaca, “la última vez que tomé una sopa fue hace 38 años” -puntualiza- y sus ojos celestes se iluminan cuando recuerda las numerosas anécdotas antárticas que lo contaron como protagonista.
Abraham continúa: “Había que hacer un ataúd, ninguno de nosotros sabía cómo hacerlo. Fuimos a la casa de emergencia y por suerte, como en todos los destacamentos, había chapas de zinc. Cortamos y soldamos, lo forramos por dentro ¡quedó bastante bien! y luego velamos al Comandante toda la noche, como se hace acá.”

Por supuesto, inevitablemente, fue un velorio sin flores. Mientras tanto, la triste noticia fue comunicada por radio al mando para que la supiera la familia del difunto. A las 5 de la tarde del otro día se dio por cumplido el velatorio, había que sacar el ataúd fuera del Destacamento. Ya era noche cerrada y soplaban fuertes ráfagas. Hubo algunos problemas con el cajón: “Lo habíamos entrado de costado pero cuando tratamos de sacarlo no pasaba por la puerta, era un poco ancho, cómodo lo hicimos, pero salió justo por la ventana de la cocina. Salimos con sol de noche pero con el temporal que había, el sol de noche se apagaba. Lo pusimos a unos 200 metros del destacamento, se hizo un poco de pozo en la nieve y se lo dejó en la nieve, nomás. La nieve se encargaría de cubrirlo. Y al otro día se le puso un tirante, como de 4 o 5 metros de alto, para señalizar el lugar. Después tuvimos que poner otro tirante, porque la nieve tapó al primero en seguida.” -sigue contando Abraham.

Por entonces, el Capitán Enrique Pierrou, a cargo de la División Antártida en el Servicio de Hidrografía Naval, se comunicó con Abraham, a quien conocía de campañas anteriores, y con el tono amable y sencillo que lo caracterizaba le dijo: “Mirá, che, Hugo, acá habló la señora de Ventimiglia. Quiere hablar con alguno de los muchachos del Destacamento, y yo le he dicho que hable con vos que sos el que más ha estado ahí y tenés más conocimiento, tratá de explicarle, de convencerla y...” Hugo reflexiona: “¿Y de que la vas a convencer desde allá? ¿Qué se puede decir en un caso así?”.
 Pero aceptó recibir la llamada de la señora.  Ésta comenzó haciendo diversas preguntas sobre la forma en que había fallecido su esposo y pasadas las explicaciones necesarias, la charla derivó en la enorme tristeza que la embargaba. El Turco trató de consolarla: “Le dije que había sido un hombre muy querido, muy bueno, que siempre le hacíamos una oración, ¿que otra cosa le iba a decir?” -resume Abraham con la simpleza que lo caracteriza, y continúa: “Después de eso, cada dos por tres me llamaba y yo no sabía que decirle ya. Siempre lo mismo ¿que otra cosa le vas a decir?. ¿Qué quería más que le diga? Una vez le terminé diciendo a los muchachos de radio de Buenos Aires: Si vuelve a llamar díganle que me fui a una patrulla.”

Tras el fallecimiento del Teniente Ventimiglia, la Comandancia del Destacamento Naval quedó excepcionalmente a cargo de un civil, el Dr. Manuel Sánchez Sánchez.
Pero la cosa no terminó allí...

2 comentarios:

  1. .-- * YO FUI TESTIGO * ;__

    .- Han pasado 54 años desde que un dia de mayoa de l958 acontecieran los hechos que que son narrados por el " TURCO " ( solo me limitare a detallar circunstancias de lo sucedido en ocacion de la intervencion quirurgica del Tte. VENTIMIGLIA ; el resto es es.... parte de otra historia. )--

    .-- Yo perteneci a esa dotacion que vivenvencio las experiencias que nos sacudio y puso a prueba nuestra entereza.- El relato testimonial del " TURCO " ; vuelca ( con algunas omisiones y cierta exactitud ) los momentos algidos vividos ( pre y pos ) de la apendicectomis del Jefe de Base, Tte. VENTIMIGLIA.-


    .-- Estube en la antartida cuatro años ( l958 - l959 - l961 y l965/66 ) de los cuales dos los hice con el TURCO ( excelente compañero y gran jugador de ping pong.-
    He trabajado en la ARMADA ( Meteorologia ) 43 años y nunca me llego noticias de que los sucedido haya salido a la " luz " del ciudadano comun,-- .-

    ,-- Ahora bien, lo expuesto por el Sr ABRAHAM corresponden a los hechos, pero la falta de ciertos detalles hacen incompleta la historia.--
    .--Completar la historia seria recordar a todos los que formaron parte del equipo que participo en la experiencia traumatica y de los que ayudaron en la logistica.--

    .-- La dotacion de ese entonces se componia de 11 hombres a quienes les toco vivir una situacion a la que no estaban preparados.- Inedita por cierto.--

    .- Una ves decidida la cirugia, el Tte, VENTIMIGLIA llamo a cada uno de los integrantes y les impartio directivas administrativas e individulamente " charlo " de su operacion y otros temas que tenian que ver con las creencias religiosas y la fe .-.- Instantes previos a la intervencion el medico reunio a la dotacion y explico los pormenores de como se realizaria la operacion.- Cada miembro del destacamento recibio las instrucciones de como seria el papel que le corresponderia protagonizar como ayudante.-
    .-Se designaron los instrumentadores, los anestesistas y los que apoyarian la logistica general.-

    ,.. La camareta de oficiales fue elegida como quirofano,. La misma era amplia y y tres laterales eran vidriados, de esa forma se tenia mayor iluminacion sumando dos spot que dieron el valor luminico apropiado.- Al carecer de una camilla apropiada se improviso una con la mesa escritorio de la oficina meteorologica a la que se le adoso una tabla en cruz proxima a los hombros para que el " paciente " extendiera los brazos y asi se le pudiera administrar el suero.--
    .- Lo sucedido posteriormente, ¿ fue impericia, detalles imprevisto, fatalidad ?, solo el ALTISIMO lo sabe.--.--

    .-- Mi compartir y come3ntar la nota obra en virtud de rendir homenaje a los hombres que junto al TURCO sobrellevaron las contingencias vivenciales y que apelando a la fortaleza de espiritu, cumplieron hasta el final de su permanencia en la Base; con los cometidos para los que fueron contratados sin escatimar esfuerzos para el cumplimiento del deber.--

    .-- DOTACION DESTACAMENTO NAVAL MELCHIOR 1958

    Tte. VENTIMIGLIA ( JEFE ) - fallecido -
    Dr. SANCHEZ SANCHEZ ( medico )

    Sr. BRAVO ( meteorologia )
    Sr. MAZZUCCHELLI - meteorologia -

    Sr. MONSALVO - radio
    Sr. BALASSONE - radio
    Sr. ABRAHAM - radio

    Cabo DOMINGUEZ - maquinista
    Cabo OLIVA - cocinero

    Cabo OVIEDO - prefectura

    Mero. DI MAIO - camarero

    P.D. ¡ Ah ! me olvidaba.-- Excelente pagina muy buena presentacion.--

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    1. Qué alegría me da Ud. Sr. Mazzucchelli. Me hace sentir orgullosa de ser útil a la difusión de los nombres que deben ser conocidos por los argentinos. Un saludo grande.

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